lunes, 13 de septiembre de 2021

DEL AMOR A LA AUSENCIA.

De la vida que fluye y que mana,

a la sima profunda que llama,

en la luz de verdad irisada,

a la mano que noble se alarga.

Del amor que vislumbra y abduce,

al desprecio que ladino aguarda,

en las sombras se oculta el pequeño,

cuando el grande en la luz se hace el dueño.

                                       

De la flor que cortada se pudre,

a la sucia palabra que ofende,

de la idea que al fin se realiza,

a la rama que al crecer se tuerce,

no se salva quien vive de espaldas,

ni se rinde quien piensa y batalla.

Ya se abaten los muros que se alzan,

al pasar la verdad limpia y clara.

 

Siempre medra pisando conciencias,

quien ostenta su alma agrietada.

Hay quien busca honrar a la tierra,

y quien ama sin pedir audiencia.

La verdad se desliza sin pausa,

en los poros de la carne abierta,

de la sombra que el árbol alberga,

al amor que se va sin esencia.

 

Del dolor que se aferra a la mente,

al amor que permanece ausente,

al silente dolor del mendigo,

que en sus carnes se aferra el olvido.

De la pena que al alma se aferra,

a la risa que bebe deprisa,

a la ausencia total de condena,

en la auténtica vida que piensa.

 

Hay caminos que nunca terminan,

y deseos que al hablar fenecen,

del amor que de nuevo renace,

al olvido que al vivir transciende.

No termina la senda si es firme,

cuando el cuerpo y la mente se unen.

De la fuerza que al amor impele,

a la vil necedad que la pierde.

 

Que la vida, aunque sea breve,

esté llena de saber y amores.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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