Me ha llamado el poema
por mi nombre de pila,
pero tal confianza,
nunca le he concedido,
y al sentir su pupila,
en mis ojos posada,
he sentido la rima,
resbalar en mi oído.
Como se siente el verso,
cuando del alma emana,
y como canta el poema,
entre risas y lágrimas,
las notas se suceden,
como bailantes páginas,
y es más sentido el alba,
y es más tibia la pena.
Palabra tras palabra,
como un torrente claman,
por declamar la estrofa,
con fuerza inusitada,
y un coro de violines,
se une a la catarata,
letra a letra se unen,
verso a verso se aman.
Me ha mirado el poema,
desde la blanca página,
y he sentido el carisma
de su auténtico karma,
esos ojos profundos,
insondables y diáfanos,
que lo que observan miran,
como dos niños huérfanos.
Ha llorado el poema,
y ha reído con ganas,
hay pasión en sus letras,
y hay amor entre lágrimas,
como entre versos tiembla,
y ha soñado y vivido,
con la verdad sin tachas,
cantando sus desdichas.
Se quedó sin auroras,
de sentimientos lleno,
y falleció de pena,
el singular soneto,
pero quedó en las venas,
la esencia de sus versos,
y una nota aún resuena,
entre níveos cerezos.
Ha cantado el poeta,
y a la vida ha devuelto,
lo que le dio sin precio,
ha llorado y reído,
y el amor ha sentido,
impregnado en sus huesos,
un sentir tan intenso,
que arrebata los versos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri