Buscas la soledad en el gentío
El desarme en la guerra
La paz en la siniestralidad
Duermes, porque tú corazón no es impío
Pero rozas tú alma en tránsito con la inestabilidad
¿Acaso tú pena no se sumó a la condena del fracaso impetuoso,
exigiendo limosnas de tulipán frondoso?
Les dejó el rostro aturdido, cabizbajo, en el sollozo
Y el bolsillo pillado en trozos
Cómo cuando en tú camino
Escoges un mal desvío
¡Rebate la desilusión del contendiente!
¡Hazle sentir indigente por una vez en su vida,
para que recalque en si, el mismo dolor que a otros perpetra!
¡Aparta el nefasto descuido y niégale!
¡Niega el tezón de la espesa niebla!
¡Niega el palangre deshilachado del metal viejo y rumbriento que empuja la penumbra!
¡Vomita la sangre hirviente que en viles intentos no subsanó tú llanto!
¡Agarra el dragón que lame impacientemente tus heridas y susúrrale!
¡Hazle reír en su guarida!
conténtale para que tú vida también se impregne de paz
¡Siéntele en la luminosidad de tus sueños y en la profundidad de tus entrañas!
En su carisma y sarcasmo empedernido
Yo, sinceramente, que no he dormido, te advierto
Que no es lo mismo brillar, que andar despierto
Ni reír, que estar contento
Ni soñar, que hilar cuentos
Ni fingir que ya no siento
Tú corazón en mis adentros
¡Por eso ama con el corazón ancho!
Con la tez morena y la sombrera que protege del ultravioleta
Sin el pudor de antaño
Con la mirada abierta
Con alijos de serenidad entre fronteras
Con el frescor del viento
¡Ama con tu pasión sobrehumana!
¡Con tu dedicación al convaleciente!
¡Con tu fe diurna ferial!
¡Con tus placeres y charlas nocturnas!
Con el sol de tú vientre
Con el reír que se siente
Cuando en tú hogar te diviertes
Para ti,
Para mi
Para todos nosotros
La vida una
Sin más contemplación
Que amar sobre la luna.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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