Si en ellos vi mi reflejo,
mi media naranja,
el eco de mi alma en su brillo.
En sus brazos, el ruido del mundo se desvaneció,
dejando solo silencio y paz.
No hay instante en que mis ojos no brillen al verlo,
donde mi sonrisa no sea verdadera,
y lo incierto se convierte en la fantasía de un niño.
Él es mi espejo, y yo el suyo,
dos almas entrelazadas en un solo destello.
Me sabe tanto a mí,
como si siempre hubiera sido parte de mi ser.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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