dando un ¡presente! que me hace feliz,
pero, agregando el condimento, además,
de que mi vida, ahora, tomará otro cariz.
He dejado aquí mi trascendental huella
que, la verdad, no sé si es grande o pequeña;
pero sé y lo que importa es que es mi obra más bella
y es donde el destino me jugó una gran broma risueña.
Su belleza carece de la imparcialidad de un artista,
porque cada esfuerzo agobiante cuesta mil gotas de sudor;
donde paga cada herida en el trabajo, con dolor que ahí exista,
y del fracaso, que en lágrimas aboné, obtengo un saldo acreedor..
Pero, aquí estoy, yo, de nuevo, una vez más,
dispuesto a luchar por lo que me hizo feliz
sabiendo que es mi último juego y, además,
que la vida que me espera me ofrece otro matiz.
¡Cómo voy a extrañar mi obra cuando no la tenga!
En mis bienamadas aguas diamantinas,
en estas profundas penumbras cristalinas,
se apuran con ganas los aires que se inspiran
para sumergirse en los anhelos que se respiran.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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