Fue entonces, cuando la soledad se había convertido en un silencio frío, que me llegó su voz de agua y sus versos cuáles caudalosos ríos. Y fue ahí, con su cercanía, que pude recuperar la esperanza de que no todo estaba perdido. Que aún había gotas de luz dorada que se filtraban en la niebla; maravillosas perlas del rocío impregnadas de vida, que venían a decirme que los nuevos tiempos se estaban acercando.
Pusiste mis sentidos en alerta y, desde entonces, a la sombra de tus poemas, a las orillas del inmenso mar de tus rimas, me dejé llevar por las olas de tus palabras encantadas. Mi corazón se mecía al compás de tus idas y venidas y, a veces, se sumergía contigo en ese tu mar de ensueños, respirando en tus labios, nadando en tu cuerpo, dejando mis sentidos flotar a tu lado. Y cuando me dejabas navegar por tus ondas de sirena, de ninfa, que todo lo puede, me hacías sentir el marinero más afortunado del firmamento.
Hoy, sentado en el porche de nuestra casa, la que construimos en la intimidad de nuestros deseos, miro al horizonte y ahí está, sustituyendo a la soledad que me quiere atrapar. Al silencio le pone música y, desde esa magia suya, de transformar dudas por certezas y dar respuestas a las preguntas más insospechadas, el banco del ayer, el que está pintado con los bellos recuerdos de nuestro encuentro, se sabe a salvo de soledades porque estás siempre a mi lado.
Ven, te oigo decir desde dentro, miro a mi alrededor y ahí te encuentro, a la sombra del limonero en flor, en el brocal del pozo de los deseos, en la hierba cubierta de rocío. En las cortinas, bailando al son de tus versos, en los aromas del incienso y en el calor del fuego, el que se mantiene encendido con el rescoldo de tus ojos, porque tu mirada me llega, aun de lejos.
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Y fue entonces, cuando la soledad
de mis costumbres,
se había convertido en un silencio frío,
que me llegó tu voz de agua
y tus versos de caudalosos ríos.
Y fue ahí, en tu cercanía,
donde pude recuperar la esperanza
de que no todo estaba perdido.
Que aún había gotas de luz dorada;
maravillosas perlas del rocío
impregnadas de futuro y de vida,
que venían a decirme:
Nuevos tiempos se están acercando.
Y fue ahí y entonces,
que pusiste mis sentidos en alerta
y, desde aquel instante,
a la sombra de tus poemas,
a las orillas del mar de tus rimas,
me dejé llevar por las olas
de tus palabras encantadas.
Mi corazón se mecía al compás
de tus idas y venidas y, a veces,
se sumergía por ti y contigo
en ese tu mar de ensueños,
respirando en tus labios,
nadando en tu cuerpo,
dejando mi palpitar flotar a tu lado.
Y cuando me dejabas navegar
por tus ondas de sirena,
de ninfa, que todo lo puede,
me hacías sentir el marinero
más afortunado del uni/verso.
Hoy,
sentado en el porche de nuestra casa,
la que construimos
en la intimidad de nuestros deseos,
la que tiene por techo estrellas
y las paredes decoradas con besos,
miro al horizonte y ahí estás,
alejando la soledad que me quiere atrapar.
Al silencio le pones música
y, desde esa magia tuya,
de transformar dudas por certezas
y dar respuestas a las preguntas
más insospechadas, o curiosas.
El banco del ayer,
el que está pintado con los bellos recuerdos
de nuestro encuentro,
se sabe a salvo de soledades
porque tú estás siempre a mi lado.
Ven, te oigo decir desde dentro
miro a mi alrededor
y ahí te encuentro
a la sombra del limonero en flor
en el brocal del pozo de los deseos
en la hierba cubierta de rocío.
En las cortinas que bailan tus versos
en los aromas del incienso
y en el calor del fuego
el que se mantiene encendido
con el rescoldo de tus ojos
porque tu mirada me llega aún de lejos.
Y con tu voz de sirena encantada
poniendo al verbo en mis orillas
y un coro de caracolas haciendo compás
a tu bella forma de rimar,
me voy quedando dormido
atraído por ti, y así me dejo llevar
al bellísimo sueño en que te veo llegar:
Sales del maravilloso mar del poema
y alargando tus ondas, me dices:
ven conmigo, vamos a la profundidad
del amor, donde se convierten
rimas en caricias y los versos son besos.
¡Qué cosas tiene el amor!
Resulta que…
Cuando me dio por mirar atrás
en ese estado de curiosidad
donde todo te parece irreal,
el ayer se había difuminado,
porque… fue entonces y no antes
que empezaron los recuerdos
los que mi sirena me había grabado
besos a versos y versos a besos
con sus labios de agua
su voz de terciopelo
y… además
Las ondas doradas de sus divinas miradas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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