Que noches de soledad acompañado
Por los suspiros que gritaban su nombre,
Que tristes sus lamentos
Pidiéndole verlo o escucharle.
Cuando no se daba cuenta de su tristeza
Esa que clama y que implora y que sufre,
Y escondida siempre moriría sin nombre.
Hoy muere a la vida por su ausencia
Y se resiste a perder su dicha,
Dicha que tiene condiciones
A vivir en la oscuridad del día.
De su necesidad nunca se dio cuenta
Del dolor de esperar, esperar y esperar,
Pero ella piensa que él es la culpable
Nunca pensó que el dolor,
Ya de antes consumía su vida...
Difícil dejar de amarle.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri,
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