Dedicado a mi amiga Magdalena
Trujillo.
El corazón reclama un
alma conocida
La vida nunca olvida
sus ojos llenos de alegría
El alma misma piensa en
cautiverio
Cuando el olvido y el
tiempo no visitan la vida.
En una torre expectante
y constante vigila
Y sus sonrisas se
graban a día a día,
No hay lugar que me
traiga tantos recuerdos
Como aquella torre
vigía que me saludaba y me despedía.
Es un suplicio no
escuchar su voz
Y más aun no volver a
ver su sonrisa,
Es ella quien guarda
sin yo pedir mi corazón
Que se lo llevo sin
saber que se lo había entregado,
Aquel día que en un
beso consumamos nuestra complicidad.
Aún recuerdo aquella
torre
Donde en guardia me
despedía
Aún recuerdo aquellos
ojos que como estrellas se veían
Aun recuerdo aquellos
labios que me hicieron conocer la dicha.
Solo me queda ese
recuerdo de amor volátil,
Solo recuerdo a mi
guardiana desde aquella torre
Solo recuerdo su
uniforme azulado,
Que cada noche desde la
torre
La hacían confundir con
el cielo nocturno
Y en mis sueños la
hacían estrella que jamás se olvida.
Ella es mi guardia a
quien le entregue de por vida
Mi corazón y mi dicha
quien lo vigilia día a día
Desde una torre en
solitaria armonía.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri,
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