Dedicado a Luz del Carmen
No te sorprendas,
cariño,
si te miro demasiado:
Es algo tan mío
eso de verte
cada segundo que estás a mi lado.
Debes saber que te miraré con frecuencia.
No pienso perder detalle alguno
de ti mientras comes,
mientras caminas, ríes, lloras,
te enojas, hablas o piensas.
Tengo planeado observarte
por el resto de mis días.
Así hasta que conozca perfectamente
cada centímetro de tu piel,
hasta saberme de memoria tu figura;
tus cicatrices,
la forma de tus lunares,
el número de tus pestañas,
el largo de tus piernas,
lo ancho de tu busto,
de tu cintura.
No pienses que te miro raro
cuando te miro a los ojos;
no es que me seas extraña
o que esté yo loco.
Es más, ni siquiera te veo,
ni siquiera te miro:
yo a ti te disfruto,
te contemplo, te descubro, te admiro.
Observo, mudamente,
lo profundo de tus ojos;
como queriendo llegar a tu alma,
como queriendo entrar sin causar destrozos.
Te observo como queriendo descifrarte,
queriendo entenderte,
y que comprendas lo mucho que te quiero
tan sólo con verte.
Te quiero así,
con la mirada…
Y te querré eternamente
con todo mi cuerpo y con toda mi alma.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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