Y sentí de pronto
que ya no me amabas,
que la chispa de tus ojos
en mi ser no fulguraba
y sentí quebrar mi alma
y un miedo tenebroso,
de mí se apoderaba...
escuché tus pasos,
lentos, sigilosos,
cruzar el sendero
florido de mi estancia…
miré por la ventana
y una sombra vaga
de ti sólo quedaba.
Sentí estremecer
mi cuerpo, mis ansias,
viendo tu imagen difusa
perderse en la distancia.
Un sopor de tristeza
cobijó mi cara,
al no escuchar
más tus palabras…
entonces, me di cuenta
que no estabas,
sólo el hálito
de tu respiración flotaba
y entre la bruma
del silencio se ocultaba...
y percibí el eco de un recuerdo,
que en mi almohada susurraba.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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