No creas que me olvido de ti
por años que hayan transcurrido,
tu siempre estarás vivo en mí,
eterno amor perdido.
Aquel amor de adolescencia
que sólo una vez se tiene en la vida,
que te desborda la pura conciencia
en un mar de pasión contenida.
En el declive de un bello atardecer
y al despertar con su fulgor el día,
te espera mi alma como ayer,
con infinita alegría.
Ella no sabe de marchas,
tampoco de despedidas,
sólo entiende de añoranzas
y de soledades vividas.
Todo queda en el pasado
de dos seres que locamente se amaron,
fieles compañeros del camino andado,
siempre adelante y con entusiasmo
Desde mi ventana hoy como ayer
contemplo un bellísimo anochecer
buscando en vano aquella estrella
que se nos perdió entre tinieblas.
Nuestra unión fue un milagro
y nos separó la adversidad,
momentos de dolor y desamparo
y también de inmensa felicidad.
No creas que me olvido de ti
por años que hayan transcurrido,
fuiste la razón de mi existir,
lo mejor que me ha sucedido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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