domingo, 18 de febrero de 2018

NUESTRA PLAYA.

Con esta larga soledad que me atribuyes, quizás más allá de una inofensiva utopía, esta prisión de mi alma, que a tu modo de ver forma ya parte indisoluble de mi vida, plena de melancolía y de pesadumbre, piensas que la vivo de forma impasible, como si un siniestro decorado, conformara toda la trama de mi existencia, intentando apagar mis ansias y anhelos que como desaforados torrentes corren libres ya, en imaginarios oasis para ti desconocidos.

Me asaltan remotos recuerdos que se acurrucan en mis entrañas, como trozos de mi memoria que luchan por salir a flote en este batallar sin tregua por descubrir un nuevo cobijo donde esparcir y mantener intactas todas mis añoranzas e incumplidos deseos, surgidos en momentos de puras y amorosas melodías.

Me veo capaz ahora, de arrebatarle a la vida en cualquier momento, todos los acordes de una dulce sinfonía para romper está injusta soledad que me adjudicas. Y me pregunto: "¿dónde fue a parar, tu ausencia, amor ausente?" Pues en todo mi mundo siempre brilla la luz de tu inolvidable presencia.

Yo, sí quisiera llegar a la nueva primavera con soles y cielos pintados de azul de amor, en los que sólo brille tu lucero en las noches muertas de mi firmamento y me duele tanto el alma de nombrarte, que temo llegar a ti, sin afligirte en tu confortable y plácida morada, desde la mía, vacía y por tan poca luz iluminada. La ruinosa estancia de tu ausencia, donde se aja el tiempo de los nuevos deseos, sin lograr dar con el principio, ni el fin de nuestra nada.

Tu cuerpo era el oasis de todas mis dichas y yo, valiente trashumante todavía, sigo recorriendo tu camino rociándolo de besos para no olvidarte, pues no conozco otro remedio que logre curarme de todos mis enfermizos anhelos.

Porque tú eres la ventana por donde me adentro hasta tu alma que deambula por toda mi casa, acercándome yo cada vez más, a la orilla de tu vida y poder así oír el eco del rompeolas de una calmada playa, donde olvidarme del olvido de la nada sin ti.



Autor 
Antonio Carlos Izaguerri. 

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