De once a dos te encontré
y estabas maravillosa,
radiante como una rosa
cuando a tu jardín llegué.
A tu lado deseé
tus ojos, tu boca y tu cintura,
y tú, bella criatura,
también mi amor deseabas,
y presta, te desnudabas,
en aquél jardín florido
donde el corazón rendido
enteramente me dabas.
Qué locura pasional,
entre las más bellas flores,
el jardín de tus amores,
y ese amor tan sensual,
tu delicia virginal
toda mi alma enternecía,
y junto a tu amor vivía
tu pureza angelical...
Postdata:
Si alguna vez llega
la tristeza del amor a tus ojos,
deja rodar una lágrima.
Dichosos los que lloran por amor,
cobardes los que no aman
por no llorar...
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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