Tu y yo éramos tan felices
en nuestro mundo,
la música y la poesía
eran nuestra mejor compañía.
Nos comíamos al mundo
y nos gustaba contar estrellas
y ver llegar un nuevo día
disfrutando de nuestras manos unidas.
Pero el destino nos tenía
preparada una gran tragedia,
ya no había música ni poesía,
nuestro mundo se fue callando...
ya no había noches ni días,
el reloj marcaba las horas
que te quedaban por vivir.
Tu mirada se volvió sombría,
el brillo de tu sonrisa se extinguió,
ya nuestros paseos por las tardes
los habían sustituido un reposo constante.
Me hizo falta tiempo
para decirte cuanto te amaba,
cuanto dejabas en mi vida,
como tu alegría era mi felicidad
y tus tibias manos mi consuelo.
Nunca conocí un amor tan bueno,
tu alma hermosa me amo,
al marcharte te llevaste la mía
y quede como una marioneta
sin saber que hacer sin ti.
Hoy te recuerdo padre...
con el amor de siempre,
con ese recuerdo aún más ferviente
en mi corazón,
donde no has muerto.
Nos faltó tiempo
para acabar de contar
todas las estrellas,
para escuchar la música más bella
y para escribir juntos
nuestro mejor poema.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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