El pedazo que le hace falta a la luna se la robó mi abuelo.
Me dijo que la luna solía salir llena todas las noches,hasta que un día él se
enamoró. Ella, la mujer de quien se enamoró, una mujer muy hermosa para que el
abuelo se atreviera a tal hazaña.
El abuelo para tener una oportunidad con esa dama debió
robar a la luna un pedacito, quiso solamente tomarlo prestado más bien, con el
fin único de conseguir que sus ojos brillaran al pronunciar su amor.
Se dice que el polvo de luna es la mejor medicina para el
corazón roto, así él creía poder quitarse de la mirada esa sombra que dejan las
lágrimas. Y lo logró.
Siempre que me contaba esa historia volteaba a ver a la
abuela con una mirada tan profunda como quien lo ha perdido todo para
alcanzarlo todo. En ese entones no entendía sus razones. Ahora las sé.
Ahora soy yo quien contempla el pedazo que le hace falta a
la luna...
¡Vaya abuelo! me hubieras dejado un pedacito para mis ojos
tristes y poder reparar un poquito el corazón. Ahora que ya he encontrado al
indicado, a destiempo, después de una vida sinsabores, no queda más
medicamento.
Sólo me dejaste el lado oscuro de la luna y el recuerdo que
alguna vez estuvo llena. O quizá llegue al punto mi valor que siguiendo tus
pasos abuelo, me robe la luna completa para mí.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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