Cual abismo profundo del arcano
son sus ojos tan negros y dormidos;
en sus iris mantienen escondidos
los delirios de un sueño parnasiano.
Ellos tienen un brillo tan profano
que despiertan deseos encendidos;
y navegan, vibrantes y prendidos
al divino placer de lo pagano.
Seductores, con rayos primorosos
me parecen saetas de pasiones,
pues sus nimbos, serenos, luminosos,
me penetran del alma los rincones;
y le dejan suspiros melodiosos,
de celestes y regias sensaciones.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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