No tengo más sentimientos que el deseo de
tenerte,
de besarte y consentirte y con mis manos
tocarte,
es el anhelo que tengo aunque nos separe el
tiempo,
pero ahora eres mi vida y mi deseo es tenerte
con el anhelo de amarte de poseerte y amarte,
hasta más allá de la muerte.
Nunca pensé que el amar de cerca o en la
distancia
llenara mi corazón de este sosiego de amor,
que de noche me despierta deseándote con
pasión.
Eres único en mi vida, no hubo otra como tú,
que recorriera mi cuerpo, mi mente y mis
pensamientos.
Me tocas con la mirada y me traspasas tus
besos,
y fijando esa mirada me recorres todo el
cuerpo,
y tus caricias alborotan la pasión en la que
envuelvo
el amor que en ti nació y trasmitiste en el tiempo.
Y te dejé penetrar en mi piel y en mi sangre,
con pasión y con ternura te poseíste de mi
cuerpo,
y vertiste el torrente de sangre que en mí
brotó
aquella primera noche que latió mi corazón,
por tu mirada y tus besos que me llenaron de
amor.
Ya la vida es un ocaso, y el tiempo que queda
es corto,
pero no será el final para una entrega de
amor,
de caricias y de besos impregnados de pasión,
que han unido nuestros cuerpos
y llenan el corazón que entre la luna y el
sol
hemos
vivido los dos.
Ya la vida es un ocaso y el tiempo que queda
es corto,
pero no será el final para una entrega de
amor,
de caricias y de besos impregnados de pasión,
que han unido nuestros cuerpos y también el corazón,
en tiempo de luna llena o cuando nos brilla el
sol,
de este
amor que en la distancia nos ha regalado la vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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