No veo más la lluvia por mi ventana, no veo
caer esas chispas de agua que vienen desde el cielo regando el césped de la
casa, no tengo el olfato de tierra mojada, ese tan natural, que hace perder
sentidos, no escucho los chasquidos del agua al caer, ni los truenos que daban
miedo, en noches frías con sabor a chocolate y té.
Es que se me hace inquietante extrañar
aquellas noches lluviosas, aquellas veladas magníficas donde el amor y yo, nos
metíamos bajo las sabanas de edredón, donde con el miedo de cada tormenta la a
pegaba más hacia mí, sintiendo más su piel tan suave, sintiendo su miedo por
aquellos relámpagos que iluminan habitaciones oscuras.
Como olvidar su cara angelical de susto y
horror, su cuerpo temblando por el frío y el terror, su voz aguda diciendo, -
abrázame que el miedo, de mí se apoderó.
Tan solo el recuerdo vive en mí y desde
entonces no he dejado de extrañar, no he dejado de pensar en esas horas de
desveló, ese frío tan intenso, el dormir de cucharita como si fuésemos presas
de la lluvia, de los relámpagos y truenos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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