Cuando la noche me hace frente,
le hago un torniquete a mi mente.
Estoy cansada de enterrar,
todo lo que mi corazón debe sanar.
Solo la tempestad de la esperanza,
pone mis dudas sobre una balanza.
Cada mañana cuando amanece,
y mi alma se desvanece,
guardo bajo llave las mariposas,
que siempre huyen temblorosas.
Todo el aire que respiro,
contamina mis sentidos,
dejando inerte mis eternos,
y profundos suspiros.
¿Cómo calmar el oleaje de mis latidos,
si tú eres lo único por lo que cobran sentido?
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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