Escucho en la voz del viento
a mi conciencia rogando:
¿Porqué por amar callando
vas por el mundo sediento
esperando ese momento
imposible de alcanzar?
¿Cuándo encontrarás asiento
donde no te hieran más?
Estoy en un punto muerto
en mi andar de peregrino
por las sendas y caminos
del amar en el secreto.
Llevo sangre desgarrada
en un corazón herido
por no decirle al oído
que tengo alma enamorada
entre susurros de aliento,
susurros que son heridas
que por callados castigan
y el dolor que ahora siento,
de soledad adornada,
en la espera tiene hogar
y busco donde su estampa
ya no pueda herirme más.
No la tengo por dormida,
la llevo sin ser su dueño
y con mi anhelo secreto
hago la noche sombría.
Me arrastro como un anfibio,
me doblego a mi desgracia
porque no tengo la gracia
de querer y ser querido.
Por ello voy sin descanso
y me rindo a mi pesar
buscando donde su encanto
no me pueda herir jamás.
En su mirada de nieve
no se presiente el calor.
¡Cuán lejos está el amor!
cuando mira y nada siente.
Me desgarro en las entrañas
por el puro desconsuelo
puesto que llevo un te quiero
asomado en la mirada.
De su amor soy polizonte,
no su ufano capitán,
y por ello busco dónde
no me pueda herir jamás.
Si ella supiera que la amo
acaso me pueda amar,
pero no tengo beldad
que me ayude en su reclamo.
Llevo espada de soldado
sin poder para matar
pero éste mi terco afán
me tienta como el pecado.
Cuando la veo mi pobre
herida vuelve a sangrar
por eso escapo hasta donde
no me pueda herir jamás.
Más no hay lugar sobre la tierra,
en los cielos o en el mar,
que me puedan alejar
de este amor y su condena.
Podré ser gota de lluvia,
podré ahogarme en los abismos,
separarme del olvido
que por faltarme, tortura.
Pero sé que me ha vencido
la firmeza del que quiere
y me rindo a los designios
del amor aun cuando hiere.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario