Si continúa mi vida
por este andar,
lleno de aciertos y anzuelos,
puedo decir sin temor a los hechos
que he vivido como merezco.
Porque no siempre sonrío, es cierto,
pero en cada lágrima surgen ríos
caudalosos con nuevos vientos,
porque se parecen mis pasos
a los de un niño inquieto,
también a los de un abuelo,
que va contando los días
o los días contando sus versos.
Y al final del puente
se balancean mis mayores miedos,
convertidos ahora en fuego;
que quema, que arde y que vence,
la duda de seguir en tierra firme
aunque la realidad me concibe
desnuda y con el alma libre.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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