Pensé caminando,
en senderos virtuales,
que es corto el camino
y larga la nostalgia.
Un pensar constante,
en el efímero sino
y un presente furtivo,
que se esfuma en su aura.
Un nublado sendero,
que se encoje y extiende,
la virtuosa marea,
de un devenir creciente.
La sombra de un viajero,
que se desplaza y huye,
unos pasos de niebla,
en la nada se pierden.
Corazón en la hoguera,
en las brasas que hierven,
arrasando el camino,
como una lava ardiente.
Una explosión certera,
que en la vida se cierne,
sobre el ser que se siente.
En paralelo caminan,
la alegría y el dolor,
a veces unidos crecen,
luz y sombra se combinan,
para alcanzar el amor.
Senderos que de esperanza,
florecen o se marchitan.
Junto a la cizaña anidan,
las hojas más coloridas.
Atajos entre los sueños,
para alcanzar nuevas cimas,
pisando con pies descalzos,
las sendas y las orillas.
Rastrojos en los senderos,
por donde el amor camina
y unos pasos sigilosos,
para lograr la autoestima.
La caminata que obliga,
a hollar la tierra prohibida,
con la mente y con los ojos,
con la verdad y la mentira.
Volver de nuevo a la senda,
que atrás quedó dolorida
y restañar las heridas,
que hendieron la carne viva.
Andar sin pausa y sin prisa,
con el amor por bandera.
Senderos, sendas, caminos,
atajos que barre el viento
y que va gastando el tiempo,
deambulando en lo infinito.
Dando bocados al tiempo,
las vidas abren caminos,
para allanar su destino,
para darle tiempo al tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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