domingo, 12 de abril de 2020

EL AMOR QUE VIVE Y ANIDA.

Se ha detenido el suspiro,
se ha parado la mañana,
se ha suspendido el deseo,
inmerso en la extensa calma.

Caminó la vida en sueños,
para alcanzar el mañana
y nació la fantasía,
presa entre tímidas sábanas.

Versos que saben a miel
y versos a mar salada,
Versos que viven en él,
en el corazón que ama.
Versos que emiten aromas,
como rosas del edén,
perfumes de la alborada,
escritos en un papel.

Frenó el huracán la vida,
en la tormenta que amaina
y besando sus entrañas,
se fue apoderando de él.
Frenó la fiera embestida,
la cristalina templanza
y se debatió entre olas,
de intransigente arrogancia.

El ojo bordeó la Luna,
para beber de su plata,
con los párpados prendidos,
de su circundante cara.

Miró de frente su rostro,
pleno de noche y de alma,
y se nutrieron por dentro,
las bocas de la esperanza.

Amor de múltiples velos,
que en la noche se destapan,
entre suspiros de viento,
entrando por la ventana.

Se ha detenido el aliento,
en cada pálpito que habla
y se han disueltos los ecos
en la sangre de quien ama.

Latidos en la locura,
como trepidar de llamas.
Alocados mensajeros,
que anuncian giros del alma.
Torbellino de pasiones,
que en el laberinto llaman,
para frenar la embestida,
de la codicia que arrasa.

Se va curtiendo la mente,
presa en negras telarañas,
buscando la luz que brilla,
en el fondo de la nada,
cuando el amor de desgaja,
para perfumar el alma.
El beso cruzó la estancia,
como un pájaro sin alas.

Amor que vive y anida,
entre guedejas doradas,
brillando al alba en su canto,
sin habla en la madrugada.
Amor que rozando pasa,
o abrazando con sus garras.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri   

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