En el umbral del amor,
se descalzan los temores,
que de puntillas se adentran,
con tímidos y tenues sones.
Se atenúa la razón,
que se funde en los albores,
donde late el corazón.
Razones de quita y pon,
que se ajustan al deseo,
para tapar la ambición,
que se desliza por dentro.
El sueño en el sueño vive,
acudiendo a la razón.
El tiempo frío y burlón,
pone al amor en su sitio.
En el rincón de pensar,
se diluye la nostalgia,
mientras que la duda avanza,
en su eterno deambular.
Rincones sin explorar,
en el pensar escondidos,
donde se refugia el tiempo,
donde vive lo vivido.
Teje el pájaro su nido,
en las más lejanas ramas,
donde a salvo están sus hijos.
La flor al Sol le reclama,
para dar su colorido
y el amor adolorido,
busca ávido la templanza.
Se asoma al cielo la mar,
para calmar su venganza.
En el umbral del deseo,
se desnudan las falacias,
las carnes a flor de piel,
el amor sembrando el alma.
En el rincón de soñar,
busca el viajero sus ganas,
inmerso en la fantasía,
del poder de sus pensar.
Nace el verso de la nada,
entre brumas pertrechado,
la imaginación en llamas,
en el filo que le espanta.
Caminos que recorrer,
con la mochila cargada,
de sentir y padecer.
Al fin, la rima se apiada,
de su escabroso nacer.
Amores que van llegando,
para alcanzar el placer,
sin llamar, súbitamente,
como se refleja el rayo,
sobre la brisa silente.
Entra sin miedo, sin nombre,
montado en un huracán,
en la tormenta asomado.
El Sol ha abierto los ojos,
desperezando sus rayos.
Dormirá al atardecer,
como se duerme el humano.
Despierto queda en el rostro,
el afán de conocer.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario