Hasta mis involuntarias sensaciones suspiran
en un hondo rito por ti,
Imperantemente desafío al destino buscando
atraer tu mirada hacia mi,
Desvisto las letras, desfilando en piezas
separadas que se unen para ti,
Apareces al cerrar mis ojos, donde te
despliego en rocío de amor,
Vivo trepándome entre la enredadera que me
lleva hasta tu propio color,
Te revivo, a diario te revivo, entre la luz
que difusamente ilumina desde el rosal,
Escuchó el susurro del sonido alado de un
colibrí, que flota cerca de tu cristal,
Pero detengo el tiempo, cuando me abrazas logro
siempre detener el tiempo,
Mis suspiros florecen en girasoles, como un
avance trepador, pero lento muy lento,
En un ciego fulgor, te acercas y tus manos aquietan
mi corazón palpitante,
Esa luz abre mis ojos y me envuelven,
atrayéndome desde el blanco coral de tu piel,
Entre la arena y el cielo, ahí creamos la
cortina perfecta para sentirnos, para amarnos,
Tus manos siguen en vuelo a tal cercana altura
que despierta mi corazón palpitante,
El lugar, que importa, todo lugar con tu presencia
es la escena perfecta,
Culminante colmena de abejas que resuenan
entre colores turquesas,
Tilita y tintinea hasta la sencilla alcuza en
aceites sobre mi mesa,
Tus manos se acercan y yo despierto en sílabas
dispersas,
Amor, tú me dirás amor, cuando tus manos
caminen en mi espalda,
Manantiales de ríos surcaran la entrada de
este amor inmenso,
Mientras la tarde se hace noche, la pleitesía
sigilosa de ti crece a brotes,
Transforma el sueño en realidad y así la vida
vive como en una cápsula celeste,
Quiero sentirte en salvaje madreselva,
Me hace sentir el calor de tu interior, entre
besos con desespero,
Y tu mano volvió de su vuelo,
Cerrando el plumaje que yo creí perdido,
Sobre mis ojos devorados por tu sombra, que me
envuelve, que me quiere, que simplemente me asombra ...
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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