Bailando las letras miran,
a los ojos de quien piensa
y se deslizan ladinas,
para no ser descubiertas.
El pensamiento se tensa,
como cuerda de guitarra
y se corren las cortinas,
que permanecían cerradas.
Se va espesando el espacio,
que queda entre las palabras
y se mastican los versos,
que en la garganta asomaban.
Reflota así el sentimiento,
que va alterando la calma.
La sangre fluye despacio,
como queriendo salvarla.
Amor que vive y se altera,
con el temblor de su acento
y se debate sin freno,
para salvar la distancia.
Poema que vive atento,
en las venas y en el alma.
Sentir que estando despierto,
sueña vivir el mañana.
Saltan haciendo piruetas,
las revoltosas ideas
y van vistiendo de gala,
los desvestidos cerebros.
Danzando con las quimeras,
sueñan cantos de sirenas
e incrementa la escalada,
a los elevados cerros.
Se funden en el crisol,
los errores y talentos
y se moldea la experiencia,
que se revuelve en el centro.
El amor va haciendo sitio,
entre los delgados nervios
y se agranda la conciencia,
al acercarse al respeto.
Bailando quedan las notas,
de los sentidos recuerdos
y hacen cabriolas los ecos,
de los olvidados hechos.
Nutriéndose de la vida,
inspira el poeta su acento
y de los amores liba,
la esencia de los momentos.
Estrofas, rimas y versos,
como ladrillos se apilan,
para edificar lo nuevo
y a contraluz se perfilan,
los insondables secretos.
Amor que al poeta mima,
para que acaricie el tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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