La luna lanza su lluvia de luz salada, en la
noche solitaria, la cual se inunda de una densa y perfumada calma, y la brisa
destila sus límpidas huellas en la frías arenas perladas.
Las estrellas tejen de forma silente, un
cristalino manto de luz plateada, para luego derramarlo en el durmiente
paisaje, el cual palpita alegremente con las dulces y frescas caricias de la
noche solitaria.
El frío va impregnando su suave esencia en los
parajes solitarios y silentes, y así se crea un nítido cuadro natural viviente,
en las escenas vibrantes y refulgentes de la noche solitaria, la cual irradia
su dócil sabor floreciente.
Las olas del mar se unen a la fiesta nocturna,
desplegando su intenso e incesante canto perlado, el cual viste de fina y bella
melodía, a la tersa orilla que queda con dicho canto embelesada; y las arenas
irrigan el sereno brillo nocturno que en ellas se ha sembrado.
Noche solitaria, radiante y hermosa, tu
cristalina y colorida armonía, hace destellar tu esencia maravillosa, en
páginas de recuerdos que son teñidas con el bello pincel del Creador, que en ti
noche solitaria y preciosa, deja su linda firma estampada en una bella vida
natural y deleitosa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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