Sobre una sábana de seda,
tu cuerpo se desvaneció,
apretado entre mis manos,
te dejaste caer.
Volví a levantar tu alma encantada,
y en un veloz abrazo,
convertimos nuestra dicha en pasión.
El espacio era tan nuestro,
como el tiempo,
la danza y la locura,
en dos almas que se funden.
Por tu gracia y tu encanto,
me deje llevar,
a destinos que la luz,
siempre nos quiso llevar.
El
ritual de tu mejor sonrisa,
adelantaba la noche,
para
que los ángeles del cielo,
te
pudieran bajar.
Abracé una vez más tu cuerpo de seda,
lo apreté suavemente sobre mi pecho,
pero mis ojos me advirtieron,
que con
lágrimas estaban.
Un mar de lágrimas,
comenzó
a resbalar por mis sábanas de seda,
eran todas las lágrimas,
que me
dejaste antes de partir,
fue la
noche que me dejaste solo,
con tu
sombra; bailando entre mis sábanas dormidas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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