Se hace presente el pasado,
cuando la niebla se espesa
y es más clara la certeza,
de la idea que está presa.
Bulle en alocada feria,
la mente que se libera
y es más fácil ser cometa,
que frágil brizna que vuela.
Una ráfaga se cuela
de nostalgia, sin cautela
y un huracanado viento,
se filtra en la duermevela.
Hierve el verso que se expresa,
caleidoscopio que piensa
y se rompen las compuertas,
de la mente que navega.
La clara Luna se queda,
ensimismada y traviesa,
entre las risas burlonas,
de las neuronas que piensan.
En su cuerpo gordezuelo,
la humanidad se refleja,
destellos de la esperanza,
que en la noche se liberan.
Crece el sueño alimentado,
por la calma que le acecha
y se torna emocionado,
por la suerte venidera.
Variopintos pensamientos,
que danzan, saltan y vuelan,
como juguetonas aves,
de multicolores prendas,
vestidas para la fiesta.
De puntillas va llegando,
como un ofidio que repta,
sigiloso y en silencio,
con mesurada insistencia,
el verso que se desliza,
con infinita paciencia.
La rima envuelta en laureles,
sobre su elevada testa.
Un vendaval que se lleva,
el polvo de la miseria
y con su ciclópeo abrazo,
arrulla a quienes se acercan.
Una ráfaga de amor,
cruza en silencio la puerta,
donde habita el corazón,
para sembrar su cosecha.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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