La palabra se pierde,
cuando el sonido grita.
Y se quedan flotando,
como ínfimas partículas.
Sin destino ni forma,
sin carne y sin esquinas.
Redención pide el aire,
en su estructura obscena,
pervertida en su esencia,
por la humana torpeza.
Lisonjeras palabras,
pero vacuas y necias.
Se ha retorcido el mundo,
sobre su núclea esencia.
Sometido al antojo,
de pérfidas prebendas,
se retuerce incansable,
en su sima materna.
Una ráfaga azota,
otra besa la piel,
con sus etéreas olas.
Unas limpian la roña.
otras buscan el centro,
donde se cría la aurora
Alocados matices,
que en las bocas de otrora,
superaban los tiempos,
y adornaban la Historia.
Con el aliento puro,
sin taras ni derrotas.
Unos ojos que ríen,
otros miran con sorna.
En la oronda pupila,
la codicia se asoma.
Y los ojos de Luna,
en la cálida alcoba.
Primavera de versos,
exuberantes rosas.
En el trino sin mácula,
la realidad corona,
las fronteras más altas,
verbalizando el verso.
Un sonido perverso,
entre los labios reta,
al dueño de los tiempos.
Prisionero en el alba,
cuando la luz asoma.
Prisionero perpetuo.
Matices en las manos,
como alas de paloma.
Aleteando en las sombras,
como signos sin forma.
Manos que reconocen,
o simplemente tocan.
Se quedó entre dos versos,
como una risa floja.
Sintiendo la caricia,
de la boca sonora.
Un amor quebradizo,
y una rima que llora.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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