Un hilo de vida,
Un leve suspiro.
Un vago latido,
que en el aire vibra.
La imagen borrosa,
de una sorda risa.
La canción más tierna,
la voz más hermosa.
Y la primavera,
que a la luz aflora.
Cantinela mágica.
de matiz fantástico.
Ordenada música,
de rítmica lógica.
Mímica simbólica,
que parece trágica.
Voces en el ático,
de tonos enfáticos.
La verdad errática,
para gente apática.
Se marchó sin luz,
en un aura oscura.
Se quedaron solas,
la sombra y la vida.
Aflautada esencia,
carente de rima.
Pavesa que flota,
en la leve brisa.
Con las dos mitades,
de una y otra vida,
se compone el alma,
patente y sencilla.
Amor de verano,
con la luz de ébano.
Jilgueros cantando,
sobre los cerezos.
La frescura nítida,
de la joven magia,
bordando el vestido,
que vence y atrapa.
La suave tersura,
de la piel que habla.
Serena la noche,
despertando al alba.
En los dos momentos,
que viven y callan.
Se despierta el verbo,
silenciosa calma.
Sueños en la almohada,
fluyendo sin lacras.
Con la mente inmersa,
en la mar fantástica,
de fuego y de brasa.
Dos son los amores,
que abrazan los huesos.
Uno vive fuera,
el otro hacia adentro.
Juntos se sumergen,
en el universo,
para darlo todo,
si llega el momento.
Amores que bailan,
piruetas y saltos,
ladinos y frescos.
La luz y la sombra,
caminan unidas,
como fuego y viento.
Entre dos mitades,
desde afuera al centro.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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