Lenta la vida transcurre,
en el reflexivo tiempo.
Lento camina el viajero,
si hace importante el paseo.
Veloz transcurre el momento,
si es la prisa la que obliga,
arrebatando los sueños,
de la frente que se agita.
Se quedaron los recuerdos,
en arcanos recovecos,
donde con calma se apilan,
en montones de momentos.
Se disipa la codicia,
si el caminar es más lento,
si el valor de lo sencillo,
predomina sobre el precio.
Se va espaciando la idea,
si es paulatino el talento,
si peina tranquilo el viento,
las praderas de la vida.
Sosegada es la ternura,
que acaricia con esmero,
si es tranquila la armonía
y no es fugaz el deseo.
Vertiginosa locura,
que lacra los sentimientos
y en su veloz andadura,
va la vida consumiendo.
Se acerca pausadamente,
la cordura al desenfreno,
con las manos extendidas,
en los generosos gestos.
Lentamente se concitan,
sueños, anhelos proyectos,
para vestir la razón,
con las ropas del respeto.
El sueño se va espesando,
paulatinamente efímero,
diluyéndose después,
cuando brilla más intenso.
El amor se torna fiero,
como un alud que se rompe,
en el fondo, sin quererlo.
Lenta la voz al principio,
vertiginosa al momento.
Tardía llegó la luz,
veloz el beso sincero,
lenta la mano que ayuda,
veloz quien roba lo ajeno.
El amor la vida abarca,
en lo que corre y está quieto.
Un eterno tragaluz,
ilumina lo siniestro.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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