jueves, 23 de abril de 2020

FRÍO Y CALOR.

En el rostro de granito,
se desvelan los matices.
Rictus en los tibios labios,
que con palidez se ciñen.
En los ojos de diamante
las pupilas se contraen
y en la blanquecina piel,
brillos de luces se extinguen.

Sueños de ecos venideros
de sabores agridulces,
prendidos en la ilusión
como brillantes jazmines.
Anhelos de buenas nuevas
de miel su piel y sus carnes
y una emoción contenida,
en el corazón que late.
                               
El frío achica los huesos.
El frío de las conciencias
que en su esencia se congelan.
Viento helado que la atrapa,
entre sus cristales fríos
y la cubre la nevada,
que con su belleza encubre
las frialdades que la merman.

Nacen del dolor los versos,
pero hacia lo bello cambian,
como bellas mariposas
que emergen de las crisálidas.
Se extiende su sintonía,
como bella melodía
que a lo que mira se empapa,
de sus cantarinas rimas.

La belleza de su canto
de tonos vivos y cálidos,
plácidamente responden
a las verdades que pacen
en sus florecidos prados.
Las notas van derramándose
por dondequiera lugares
que transitan sus beldades.

Hielo que el cálido aliento,
con su aroma lo deshace.
Si son sinceros sus aires
y su impulso es suficiente.
Dolor que en amor transciende
cuando la amargura flota,
llevada por la corriente.
Hálitos que el amor siente.

El beso cruzó la línea
que delinea el horizonte
y en su sabor lleva el néctar,
que del corazón emerge.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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