martes, 5 de mayo de 2020

AMAR LA VIDA SINTIENDO.


Regresa el viejo fantasma,
del recuerdo enamorado,
sombra que a veces reflota,
en el lago del pasado.
Una voz la mente alerta,
que en un destello ilumina.
Un pensamiento que brilla
otro que nubla y altera,
la cotidiana existencia.

No ennoblece la conciencia,
el desprecio al diferente,
ni ensancha la inteligencia,
camuflarse entre la gente.
No vive mejor quien medra,
a hombros del indigente
no se adquiere la nobleza,
con gestos grandilocuentes.

Se desprenden las caretas,
que encubren siniestros rostros
y surgen las transparencias,
que desvelan los despojos,
mientras la gente sincera,
queda atrapada en el lodo.
La venda cubre los ojos,
de quien ni duda ni piensa.

Ni miente la mar, ni se arredra,
que con sus carnes abiertas,
demuestra todo su enojo.
Fuego vomita la Tierra,
mostrando su airado rostro
y sus entrañas se agrietan,
ante el humano destrozo.
El cielo abre las compuertas,
de sus torrenciales ojos.

Ama la vida el viajero,
cada brizna del sendero,
que su mirada acaricia
y pisando con esmero,
deja una huella precisa,
en cada sincero gesto.
Ama la vida quien ama,
aunque difiera el acento
y no impone sus premisas,
para ayudar a un tercero.

Amar, amando sin prisa,
como acariciante viento,
que a los corazones mima.
Amar la vida sintiendo,
para que el amor perviva.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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