martes, 19 de mayo de 2020

AMOR DE MADRUGADA.


La lucidez se apaga,
si se enfría la coherencia
Una voz inconexa,
una idea que se quiebra,
una palabra dicha
entre alfileres presa.
La sencillez se pierde,
si no es claro quien piensa.

Camino del final,
se va haciendo la senda,
unos pisan apenas,
otros hunden la tierra
y el sentir generoso,
de quien holla a conciencia.
Una estela en el mar,
de la acuífera meta.

Nace en el viento el aire,
como el junco en el río.
De la lluvia la gota,
que resbala y se cae.
Una brizna que yace,
sobre el rostro que nace,
un suspiro que brota,
como un leve sonido.

La canción se ha acercado,
paulatina y sin prisa,
acariciando el tiempo,
que comprimido mima.
La palabra que esgrime,
la verdad que cautiva
y unos ojos mirando,
que acarician la vida.

Se fue la lucidez,
la palabra sentida,
la redonda honradez,
de quien ama la vida.
Va dejando la duda
o la certeza misma
y un sendero a seguir,
con la verdad fundida.

En el seno del mundo,
donde el amor habita,
se parten las tinieblas
con dagas cristalinas.
Un susurro que aflora,
de la espesura íntima
y unos jugosos frutos,
que en la carne se agitan.

Amor de madrugada,
cuando el alba se agita,
entre sueños velando,
para que el verbo exista.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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