Tan apresurado paso el tiempo y a la vez tan
lentos los segundos, cada movimiento de las agujas del reloj iban acorde con
mis pulsaciones, tanto, que mi respiración se agitaba junto con un corazón
sollozo, como manadas de caballos galopando.
Fue tan severo y explícito aquel momento; como
el marchar para no volver, como un adiós sin vuelta atrás, como tan solo un
insignificante balbuseo a la hora de mirarnos fijamente, sin mencionar
absolutamente nada.
Se sintió fríamente el instante, la ley del
hielo se pudiese así apreciar, con las ganas inmensas de romper ese drama, con
aquel beso que no nos pudimos dar; y sin mencionar que tu también lo quisiste,
puesto a que en tu cara, se mostraban tus labios rojizos frente a los míos se
deseaban tanto y más.
Cabizbajo di media vuelta, tú también por otro
lado quisiste andar, no aguantaba el gozo retumbar, que tu, bella dama me
hiciste sentir en esos segundos de libertad, al voltear para romper el silencio
con besos, justo con alguien te ví, y me tube así que marchar.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario