Aún, la nostalgia brilla en los albores de sus
días.
Postrado frente al sagrario, el asonante
triste llanto
descubre el rojo calvario en el cristal de su
manto
y lleva la oculta arcilla de amor, a las
grafías.
De los tiempos de alborozo a las horas de congoja;
del ruido de las canciones al silencio
imponente,
que promueve destrozo como el viento que
deshoja.
De las historias veladas a las obras de
ficción;
de versos en comuniones a un frenesí suplente,
que baila nuevas tonadas en fiesta de la
traición,
Si al crédulo amor se humilla y le roban sus
fantasías,
no es un perenne rosario lo que cura el
desencanto,
menos se hace un santuario con flores de
amaranto.
¡No hay desierto en la mejilla con el sol de
siete días!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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