El corazón,
latiendo desbocado.
puede sangrar.
Esas heridas,
pequeñas e invisibles,
son dolorosas.
Y duele el alma,
y duelen los sentidos
y alguien se muere.
Y todo acaba,
la risa se marchita,
se marcha el sol.
Llega la sombra,
cruel y despiadada,
con tanta bruma.
Se van al suelo,
con llanto y con tristeza,
las ilusiones.
Aquellos sueños,
(¡benditos sus recuerdos!),
atrás quedaron.
Rotos espejos,
con tantas mariposas
hoy añoradas.
Y el corazón,
sufriendo, en el silencio.
esta agonía.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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