Suave aliento que te besa,
tierna sonrisa que vuela,
leve roce que te inquieta,
que te trastorna y eleva.
Aroma que te arrebata,
transportando tus deseos.
Mirada que te delata,
en el cristalino anhelo.
Mirada de luz radiante,
que te abduce y embelesa,
mirada en el horizonte,
que hasta el infinito lleva.
Reflejo de las pasiones,
en el corazón y el alma,
donde el sonido es más dulce,
que el almíbar que derramas.
Sutil roce que promete,
abrazo que atiende y ama,
amargura que se extiende,
como un reguero de lava.
Veloz lucero de sueños,
melancolía que reclama.
Añoranza de los besos,
que regresarán mañana.
Cálido verso que embebe,
la esencia de las entrañas
y difunde sus olores,
pletóricos de mañanas.
Amor de infinitas caras,
de poliédricos temores,
heredero de la cuna,
donde se fragua y se rompe.
Placer inaudito y fértil,
sembrado de carne y sangre,
arrebatadora imagen,
que nace, que vive y siente.
Solsticio de humanidades,
que asombra y se desvanece,
con el cambiante suplicio,
en la ignorante vorágine.
Heredero de los besos,
vaga el suspiro en el aire,
buscando labios de rosas,
en el néctar de la sangre.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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