Mira al interior el sabio,
escrutando las tinieblas,
como mira el astrolabio,
el astrónomo en la niebla.
Atenta la mente inquieta,
con los apretados labios,
dibujando lo que piensa.
De sabiduría surcada,
la frente de ideas llena.
En la espesura vislumbra,
en la claridad se oculta,
tras el destello deslumbra,
para ocultar su negrura.
Así la traición camufla,
su sospechosa estructura,
mientras la razón camina,
sorteando la penumbra.
Caminando sin descanso,
busca la verdad el viajero,
cuando es su mirada amplia,
y no soporta los frenos.
Cuando es firme el caminar,
salvando duda y recelo.
Ojos que miran y ven,
con atención el sendero.
El Sol a la Tierra mira,
con los empañados ojos,
nublados con la codicia,
del quehacer de los humanos.
Se desperezan los rayos,
que sin piedad atraviesan,
las nubes de polvo y barro.
La mirada sostenida,
a lo que mira, abrasando.
Viste de plata la Luna,
los extravagantes sueños,
estañando pesadillas,
con bordados de recuerdos.
Su faz burlona se mira,
en deshilachados lechos
y va zurciendo sin prisa,
ilusiones y deseos.
La verdad se abre camino,
si la mirada es auténtica
y es el amor quien transita,
entre las vidas viajeras.
Luna y Sol, se dan la mano,
danzando sobre la Tierra,
observando lo que crece,
dando a la vida tutela.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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