Qué envidia siento cuando veo
jugar al mar con el viento,
se rizan y bailan sus puntillas de encaje,
convertidas en oleaje, a veces suave,
y bailan toda la noche bajo la luz de la luna.
Qué envidia siento cuando te escucho pasar
viento,
sabes mecer las caracolas que al cielo
suben haciendo cabriolas.
Sube la ola, baja la espuma y el viento
se anima, siguen jugando las olas que van y
vienen,
y sobre la arena descienden.
El faro aguanta todas las embestidas,
pero las juguetonas olas, mira, y sé que
también,
como yo, desde su vigilancia las envidia.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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