viernes, 1 de mayo de 2020

SILENCIO, DIJO EL AMOR.


Háblame en voz baja,
que me ahoga el grito,
que el grito no piensa,
que hiere el sentido,
cual daga que raja,
cual fino cuchillo.

Silencio, dijo la voz,
quedamente susurrando
y hasta el trueno se calló,
para contener al rayo.
El viento doblo la esquina,
silenciosamente humano
y los gorriones callaron,
en su cuerpo acurrucados.

Se fue quedando en silencio,
la risa, el dolor y el látigo.
El quejido se ausentó,
en un sueño acomodado
y las gaviotas volaron,
quedos sus trinos de pájaro.

El verso se deslizó,
como una lágrima al labio
y el salitre de su ser,
selló el sollozo callando.
Las palabras se abatieron,
en el núcleo muy despacio
y la sílaba calló,
en cada sonido ingrávido.

Calla el manantial, silente,
mientras hablando la mente,
da soluciones al sabio.
Silencio dijo la mar,
replegando sus agravios
y silenciaron con mimos,
al nacido entre los brazos.

Se fue quedando en silencio,
solo hablando con los brazos
y como juncos las manos,
agitándose expresaron,
letras del abecedario.
La boca entreabierta habló,
hacia adentro como un halo,
que ilumina el interior.

Silencio, dijo el amor,
fue su gesto tan auténtico,
que en una caricia, habló.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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