martes, 16 de junio de 2020

COMO SE VIVE LO AUTÉNTICA.


La fuente mojó los labios,
del cansado caminante,
sació la sed de sus fauces,
con las gotas de su esencia
y reanimó su semblante,
dando a sus pasos viveza.
                   
Con la mochila repleta,
de las lágrimas vertidas,
se dirige quien camina,
con los pasos vacilantes,
a su impreciso destino.
Cada aliento es un momento,
de su latir incesante.
Cada pensar un suspiro.

Trazó la ruta sin meta,
viendo la senda a lo lejos
y caminó con prudencia,
para pausar la impaciencia,
que reflejaba su pecho.
Plasmó su huella en la tierra,
jalonando cada trecho,
con la impronta de la mente,
que dejaba en cada verso.

El viento frenó las lágrimas,
que ruedan como un rimero,
sobre el rostro demudado,
frígido por el esfuerzo.
Devorado el pensamiento,
busca la palabra sabia,
que acompañe al sentimiento.
La fuerza de la pisada,
olvida que es solo un sueño.

Con la voz entrecortada,
murmura sobre el sendero,
con cada paso recuerda,
de las ideas los hechos
y la caída de la tarde,
va reclamando su encierro.
Se quedaron los enojos,
perdidos como recuerdos,
en los rincones del tiempo.

Lleno el zurrón de sapiencia
y de la carne los huesos,
temblando como los pábilos,
que vibran entre los dedos,
se acercó la madrugada,
sigilosa y en silencio.
Pasó de largo la noche,
oscura como el secreto.

El amor quedó soñando,
entre caricias impreso
y fue tan sutil su acento,
que se acomodó por dentro.
Amó sin pausa, en silencio,
como se vive lo auténtico.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

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