Como si el sol poniente me privara hábilmente
del yugo de las tribulaciones del día,
entro en un santuario de serenidad,
me entrego al consuelo de la tarde
Una tranquilidad difunde su benevolencia
sobre un mar en calma,
acariciando suavemente una orilla ardiente,
agradecida por los abrazos refrescantes
Una bandada de gaviotas, con rumbo mar
adentro,
rompe el silencio con sus saludos de despida,
la hora azul paulatinamente se desvanece,
el heraldo de las tinieblas usurpadoras
En la lejanía de la anunciada noche, una luz,
los amantes crean ver el lucero de la tarde, Héspero,
pero es el trasbordador que regresa a puerto,
llevando sus pasajeros de nuevo a casa
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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