No se cansa la razón,
de intentar vencer al miedo.
Es más fuerte el desamor,
que el amor que se quedó.
Hueco hace la sinrazón,
si el miedo torna a terror.
El amor vence a los dos,
con la fuerza de su genio.
El verso se va alargando,
sobre las páginas huecas,
bodoques hace en el blanco,
con sus atrevidas letras.
Pero atenaza el temor,
de no llegar a la esencia,
al fruto de la razón,
al núcleo de la conciencia.
No se detienen los necios,
ni se aíran los plebeyos,
la sombra se queda en ellos,
degradando su color.
No se cansa el corazón,
de intentar salvar su ego.
La sangre sigue fluyendo,
ajena a la rendición.
No se aburre el ruiseñor,
de deleitar con su canto,
ni el retoño con su llanto,
en reclamar su alimento.
No se frena el resquemor,
si permanece callado,
ni se tiene más razón,
si se levanta la voz.
De color se va vistiendo,
la razón como el cristal,
cuando la luz le salpica.
Un furioso vendaval,
puede despertar la vida,
inmersa en su eterno sueño.
La flor de colores viste,
porque la calienta el Sol.
Un reguero de nostalgias,
brotan si la vida es sueño,
si el amor no se hace el dueño,
de la vida que respira
y no sirven las plegarias,
para acallar los recuerdos.
Baila la pluma en el aire,
pues la zarandea el viento.
Razón de irisadas caras,
que abrazada al caminar,
va desvelando sus capas,
como las hojas del libro,
donde duermen las palabras.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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