Si un día dejaras que te vistiese de niña,
Para contemplar tu inocencia, y renacer en tu
mirada
Ojos de destellos intensos, mudables como el
topacio
En donde contempló a la infanta que da paso a
la doncella
Si un día dejaras, que te vistiese de entrega
Para desnudar tu figura y arrodillarme en tu
vientre
Labios de ámbar apasionante, donde nace el
deseo y el beso
Donde muere la candidez, para que nazca la
ofrenda
Si un día dejaras que te vistiese de deseo
Para recorrer tu contorno hasta arribar a tu
vientre
Piel de sentir de ardiente, donde nace el
cántico inefable de tu aroma
Donde el idilio es eternidad, recostado en tu
pecho
Si un día dejaras que desnudara tu alma
Para asistir a tu entraña, con mi pasión y
terneza
Senos de manantial y flores, donde se abandona
el hombre, para que surja la vida
Donde la luna y la sombra, permitirán tu
figura sobre la mía
Cabello de bálsamo y embeleso
Suspiro dulce del delirio
Rostro de candidez y encanto
Vientre virginal de ilusión y canto
Sin un día dejarás que mi palpitar fuera tu
entrega.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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