Surcó el mar de los deseos,
en el batel de sus ganas
y arrulló junto a su pecho,
el amor que le quedaba.
Soñó despierto al timón,
mientras el blanco velero,
en la mente navegaba.
Vivió sin saber viviendo,
el pensamiento en el alba.
Quereres que se perdieron
o en la oscuridad quedaron,
pululando entre las nieblas,
de los sueños olvidados.
Andares que se plasmaron,
como grabados a fuego,
entre las sombras chinescas,
de los nebulosos vetos.
Cantó sin pausa el poeta,
con los labios en silencio,
la voz preñada de tiempos
y a flor de piel los recuerdos.
Soñó sin soñar que amaba,
como solo ama el anhelo
y volcó sobre su espíritu,
la pasión que le quedaba.
Pensando cruzó la vida,
entre dudas y tropiezos,
dejando sobre la almohada,
lo banal y verdadero.
Anduvo errante entre ideas,
con los brazos entreabiertos
y amó sin saber que amaba,
lo que llevaba por dentro.
Caricias que se quedaron,
que en la piel fueron luceros,
amantes desarbolados,
sin saber si eran auténticos.
El amor se fue adentrando,
entre la carne y el hueso
y se desnudó la vida,
al ver su hermoso secreto.
El tiempo se fue sonriendo,
a carcajadas o serio,
mirando cómo se iban
o venían los deseos.
Los ojos grises de bruma,
se posaron en silencio,
como nubes tormentosas,
sobre el invisible lecho.
Huellas quedaron impresas,
sobre el corazón sincero
y amándose entre los tálamos,
quedo enterrado el secreto.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario