Dame un lugar,
donde pensar sin ruido,
en la espesura,
de la soledad íntima.
Dame un lugar,
donde beber el líquido,
más nítido que mane,
del interior más límpido.
Sabor a corazón,
en su pureza auténtica.
Dame un lugar mejor,
donde soñar sin prisas
y así escrutar,
la pura intimidad,
en su belleza prístina,
beberla sin temor.
Un lugar en el tiempo,
donde comience el día,
un nuevo amanecer,
donde el saber sonría.
Dame un soplo de vida,
de vida cristalina,
donde nade el rencor,
sin rumbo hacia el ocaso.
Dame un cálido abrazo,
con la luz ambarina,
de la Luna mirando.
Una rosa entre espinas,
que embellezca mis ojos,
una pasión suicida,
que diluya los odios,
que disuelva la inquina.
Dame un rincón,
solo un resquicio ínfimo,
donde la verdad exista.
Dame la lucidez,
que el alma necesita.
Sensatez y locura,
para llenar el tiempo,
que me asignó la vida.
Un perfume que embriague,
una voz que cautive,
una mirada suave,
que apacigüe la ira.
Un aroma de versos,
que en el amor titilan,
como amantes posesos.
Una palabra límpida.
Dame un lugar,
donde no nade el lodo,
donde no enseñe el hambre,
sus vientres como globos.
Donde el miedo se guarde,
cual nefasta reliquia.
Un lugar donde exista,
la verdad para todos.
Dame un soplo de magia,
que descubra la esencia,
que en mi interior anida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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