Descubro el cuerpo con esta sed
con la vergüenza nunca vista, siempre fría,
muslos que cuelgan espeluznantes en la noche
cuando dos amantes se tocan las manos,
sonrisa y picardía que se dilatan con
escalofríos.
Te miré en tu fondo lo oscuro y volaron
caprichos al desnudo,
sentí tanta hambre del mundo implacable, que
no apetece,
que no abastece esas ganas cuando son tan mías
y no de nadie.
Solo la noche es la que sabe cómo es el debate
en la orgía
deseando al amante ese que llegue,
cuente los lunares en mi espalda
y despacito penetre sin que de mi soñar salga.
que me espere.
Recorra los precipicios dejándose caer al
vicio de mi humedad,
de los deseos exigiendo no sucumbir sin haber
amanecido
Quejidos y suspiros en cordilleras de pasiones
que se escuchen por doquier y susurren
hasta los rincones mi verdad.
Esa luna mulata siento que arrebata mis
algarabías
desordenadas, ven que la noches es larga
y el amor comienza entre gritos, rodemos
abrazados,
que al placer estimula, no lo liquida, se
suda, pero nunca lo mata.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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