Rimeros de sensaciones,
como cascadas de ensueños.
Vibrantes voces ocultas,
que susurran emociones.
Cataratas de recuerdos,
como torrentes de sueños.
Notas que vienen y van,
como sentidos arpegios.
La sangre envuelta en pasiones,
busca el corazón a tiempo,
en cada latido ansía,
un torrente más intenso.
La gravedad se desprende,
del humano desperdicio,
aflojándose los hilos,
que cosen los sacrificios.
Repta el ánimo aterido,
en busca de lo divino
y va tejiendo jalones,
para alcanzar al instinto.
La boca abierta a otra boca,
sortilegios redivivos,
buscando con los alientos,
enzarzarse en un ovillo.
Temprano llego la aurora,
para despertar al mito,
en sus ropajes de seda,
en sus rostros variopintos.
Nubla el sueño cuando el alba,
temprano ocupa su sitio.
Los deseos se quedaron,
presos a medio camino.
Gota a gota, como notas,
de un diapasón de suplicio,
va entrelazando la hojas,
que se desprenden del libro.
Los ojos entrecerrados,
manteniendo el equilibrio.
La vida construye el sitio,
donde dormitar su sino.
Viaja la noche serena,
plata y nata, como un mimo.
La flor plegando sus ojos,
para después revivirlo.
La calma llamó al amor,
con exigencias de niño
y el mar de los arrebatos,
tornó sus voces en gritos.
Ligera brisa que ama,
la faz que mira con brillo,
querencia pura del alma,
que se entrelaza al sentido.
Besó sin pensar la cara,
que reflejaba cariño.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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